lunes, 29 de junio de 2009

Invitaciones

-¿Me estás pidiendo que terminemos?- dijo él mientras clavaba sus hermosos ojos en ella.
-Ajá- murmuró ella en un tono apenas perceptible, al mismo tiempo que limpiaba sus mejillas, aunque las lágrimas seguían saliendo a borbotones por sus ojos –es lo mejor para ti.
-No hables por mí, ¿quieres?- la besó en la frente, pago la cuenta y abandonó el bar al que la había llevado para festejar su cumpleaños. Habían prometido que si algo así llegaba a suceder sería los mejores amigos; como lo habían sido antes de su relación, pero ella jamás soportó la idea de verlo solo como un amigo. Las ocasiones en que se encontraron después de ese día fueron tan pocas que seis años después, cuando llego la invitación apenas podía estar segura de que sí estaba dirigida a ella.
Desde ese día, había estado con muchos hombres, una treintena, quizá. Todos le parecían igual de vacios. Seguía esperando que él le pidiera que volvieran. Sabía que él ni siquiera habría tenido que insistir, ella hubiera dado su vida por un día más a su lado. Tal vez, fue por eso que le sorprendió tanto que él hubiera encontrado a alguien. Y… fuera a casarse.
La invitación era sencilla, se rehusó a ver el nombre de la afortunada, copio la dirección y la fecha y se deshizo del resto entre lo que figuraba una pequeña nota. Un “por favor, ven” de su puño y letra. Al principio había considerado la opción de no ir, de quemar la dirección y no volver a pensar en eso, pero le había prometido que pasará lo que pasará no lo dejaría plantado en el altar. Aunque no sería ella la de blanco que desfilaría por el camellón central…
Se levanto ese día con muy poca prisa, no le preocupaba que se iba a poner, o si el peinado le favorecía. Se maquillo con la mente puesta en aquellos días en los que nada la hacía más feliz que su ingrata sonrisa. No podía despegar su mente del inevitable encuentro, aquel que tanto ansió todos estos años. “Pero no así… “pensó.
Iba algo tarde, así que le pidió al taxista que se estacionara justo frente a la entrada. Dio los pocos pasos que la separaban de la entrada tratando de hacer el menor ruido posible y sin levantar la mirada del piso. Asustada por lo que podría ver. Cruzó el umbral, se persigno y se percato de que todos tenían la mirada sobre ella. No pudo evitar detener la corriente de sangre que le coloreo el rostro y lo busco con la desesperación propia del momento. Lo encontró ahí, donde sería obvio que estaría, sonriendo con los brazos abiertos, invitándola a seguir.”La novia ha llegado” dijo el sacerdote, se giro pensando encontrarla tras de sí, pero notó que era ella la única mujer que podría caminar por ese hermoso templo hasta llegar a los brazos del amor de su vida.

domingo, 18 de enero de 2009

Un silencio sepulcral y una plática interminable

A mi querida amiga Karla:
¡Es un agelito! Decían, pero es que nunca se fijaron en la colita con terminación puntiaguda que se asomaba, ligeramente, entre carcajada y carcajada.
Con calificaciones impecables y graduada con honores, se presenta, modestamente, ella. Ella, que siempre estuvo ahí, aunque a veces no se dejaba ver. Cual gasparín, fantasma amigable, solidario, que si un día hubiera faltado, nos hubiésemos ido a pique.
Con tanta simplicidad escondida bajo una máscara de seriedad que tendía a intimidar. Aficionada a lo virtual y a cierto rubiecillo ojiclaro, de Nunca Jamás.
Amiga incondicional, de esas difíciles de olvidar. Toda una experta en acentuar, confidente nata. Dulce y taciturna. Silente, con ese silencio que se me antoja ruidoso y comunicativo. Misteriosa, con ese misterio, que me viene en gana transparente, sin secretos, porque esos ojos, dulces, delatan su sinceridad.
Niña callada y juguetona. dos personalidades encerradas en un cuerpo delgado, alto, lechoso, fino, ágil.

Y de repente, despertó...

Había estado soñando por mucho tiempo, se le antoja medio año, o más. Había sido un bujarrón, y con un festejo morganático, se había unido a una valquiria. Fue rey y fue dios. Y estando en la cima, se cayó de la cama. Tres veces rodó por el suelo.
Mas no se despertó. Tenía el sueño pesado. Oyo gritos, vio inconformidad, se sintió incompleto y de pronto deseo más. ¿Más? ¿Más qué? Más dinero, mejor puesto, horarios más justos y un año sabático. Se vio rodeado de personas que sentían lo mismo, era un esquirol. Pero, no sabía a que hacía huelga. Él no trabajaba o por lo menos, nunca antes lo había hecho. Al parecer, se le hacía tarde pues sonó su despertador. ¿Quién lo puso? Igual se levantó, acicaló su cama, hecho a volar su lacónica mente y criticó sus sueños fuera de lugar. Pero, alto, seguía soñando.
Entonces, soñaba que soñaba. Soñaba que vivía. Vivía en sueños que soñaba. Una hermosa mujer se le acercó. Su cara irradiaba paz, llevaba un manto azul sobre la cabeza, una túnica blanca y un niño entre brazos. -La fe es el camino- le dijo- la hermenaútica no es necesaria. ¿Herme.. qué?
Se echó la almohada en la cabeza. Muchas veces lo habían acusado de narcisismo, quiero decir, sus sueños lo acusaban. Y tanto lo acusaban, que lo acosaban y entonces, le causaban tortícolis. Palabra que era pronunciada por su médico, remarcando sobremanera el acento y poniendo voz de rata.
¡Pero qué digo! Se me está haciendo tarde para decirles, que un día, después de muchos sueños, despertó.

Aunque no me lo creas

La petulancia de tu ser, tus ganas de ser más y de tratarme de menos. Tu constante auscultación y mis vaticinios erróneos. Lo embotada que me pone tu esterosa forma de verme. Y la forma en que pronuncias fianceé, como para evitar que se me olvide que eres de otra. Pero al fin yo sé que ere eres más mio que tuyo.
Llévame a una rosaleda, hazme una guirnalda de pensamientos, súbeme a una nube y lléname los oídos de hipérboles.
El quorúm logró decidir que es mejor olvidarte y buscar un nuevo nido, pero las ganas de tu sonrisa y tu jerigonza intencional lograron vencer al cúmulo de votantes en tu contra.
Y esque, aunque no me lo creas, quiero creerte, y me invento un millón de maravillas, dulces y crujientes, embarrables en pan. Qué porque las penas con pan son buenas. Me invento de esas golosinas deliciosamente dañinas. De esas que se antojan cuando uno ayuna, o no puede comer porque le duele la muela. Ahora que lo pienso, tengo ganas de ti. De empanizarte de palabras, y comerte de poquito en poquito, como en hambruna.

sábado, 17 de enero de 2009

Fracciones de pensamiento

Quiero viajar. Me encantaría viajar. Contigo. Tu y yo embarcados en el viaje de nuestra vida, ¿no sería de lo mejor? Tu y yo, y todo lo demás que se vaya al carajo, con todo y equipaje. Con boleto de ida y sin ganas del regreso. Tu y yo, corre, que se va el tren de las seis. Viajar, cerca o lejos. me da igual. Dónde, cómo, porqué y cuánto te venga en gana. Tu y yo y mis sueños. Formados por prioridad y tu con prisa de realizarlos. Y yo, que no se nos acaba el tiempo y tu, que ; y la discusión acaba en beso. Y el beso acaba en lágrimas. ¿Tuyas, mías? Error: es el mar y su inacabable humedad, sabe a tristeza pero sabes, que es la sazón de cierto cocinero antiguo, como tu sonrisa.
Y el cielo entonces me parece muy pequeño, y el traje apretado; la vida, corta; el infinito, fugaz. Escucha el maullido del gato que persigue a Casiopea. Y que se pierde en la Luna y me la consigues en Marte. Amor, ¿me llevas al Sol? Y entonces me duermo a mediodía, despierto a medianoche, vivo a media tarde... así con todo a medias. Media luz, media pizza, media de seda tirada a medio del cuarto y medio ¡no me hables de fracciones, que me mareo! ¿Bueno en qué me quedé? ¿En qué quiero viajar, en que voy contigo, en qué te besó, en que me lloras, en qué no quepo, en qué la atrapas, en qué medio qué? Me quedé en qué...