sábado, 23 de junio de 2007

La rutina me agobia

Llevó varias semanas "desentilichando" (qué palabra...) mi cuarto. Mi mamá y yo planeamos remodelarlo... Pero por estar ocupada en los quehaceres domésticos me olvide de divertirme un ratito. El sábado no podía más. Estaba indecisa entre tirarme por la ventana o probar el desayuno preparado por mi papá (lo cual tiene el mismo efecto que la primera acción. Hospitalización segura). Y entonces descubrí algo hermoso: ¡llovía! No se porqué pero me encantan los días lluviosos. Una mirada a la ventana bastó para que mi mamá se diera cuenta del ardiente deseo que me consumía. Quería salir a mojarme. Fue hermoso, indescriptible. No saciada del todo decidí tostar algo de pan (el desayuno de mi papá era un riesgo más grande, probablemente) y comerlo debajo de la lluvia. Cuando mi mamá vio como había quedado mi ropa fui merecedora de una mirada de reproche y dicho sea de paso, de un jalón de cabello muy amoroso (ja, qué mentira). Pero, saltar de un charco a otro, comiendo pan y quedar empapada lo vale. Pan húmedo. Qué poético. Qué sábado.

martes, 12 de junio de 2007

Qué triste es cuando te veo partir,

Qué triste es cuando te veo partir,
y las palabras, caballos a galope
que se atoran en mi garganta,
no te alcanzan.
Mi grito silente
se ahoga entre el silencio de un griterío.
Qué triste es cuando te veo partir,
y no puedo decirte cuánto te quiero.
Qué triste es cuando te veo partir,
cuando te alejas, bailarina,
y me abandonas.
Y la distancia pesa sobre mis hombros.
Qué triste es cuando te veo partir,
y no sé, si la paz de tu mirada
volverá a mi.
Si el calor de tu sonrisa,
será saboreado, de nuevo, por mis ojos.
Qué triste es cuando te veo partir,
sin saber, siquiera, si piensas en mi.
Gacela atolondrada, que te ríes
del papel y escribes al vuelo,
que cocinas las palabras,
que derramas algunas lágrimas.
No, no llores.
Déjeme eso a mi,
que te veo partir.
Oh, ruiseñor claro
Oh, blanca felina
vete ya, si así lo quieres.
Vete ya.