martes, 12 de junio de 2007

Qué triste es cuando te veo partir,

Qué triste es cuando te veo partir,
y las palabras, caballos a galope
que se atoran en mi garganta,
no te alcanzan.
Mi grito silente
se ahoga entre el silencio de un griterío.
Qué triste es cuando te veo partir,
y no puedo decirte cuánto te quiero.
Qué triste es cuando te veo partir,
cuando te alejas, bailarina,
y me abandonas.
Y la distancia pesa sobre mis hombros.
Qué triste es cuando te veo partir,
y no sé, si la paz de tu mirada
volverá a mi.
Si el calor de tu sonrisa,
será saboreado, de nuevo, por mis ojos.
Qué triste es cuando te veo partir,
sin saber, siquiera, si piensas en mi.
Gacela atolondrada, que te ríes
del papel y escribes al vuelo,
que cocinas las palabras,
que derramas algunas lágrimas.
No, no llores.
Déjeme eso a mi,
que te veo partir.
Oh, ruiseñor claro
Oh, blanca felina
vete ya, si así lo quieres.
Vete ya.

2 comentarios:

Celestina Tercioipelo dijo...

Me siento muy contenta, Karen. Muy contenta de leer esto. Bendita sea la belleza.

Anónimo dijo...

Y benditas las palabras. Palabras que nos permiten explotar la belleza de los sentimientos más inexplicables.