sábado, 23 de junio de 2007

La rutina me agobia

Llevó varias semanas "desentilichando" (qué palabra...) mi cuarto. Mi mamá y yo planeamos remodelarlo... Pero por estar ocupada en los quehaceres domésticos me olvide de divertirme un ratito. El sábado no podía más. Estaba indecisa entre tirarme por la ventana o probar el desayuno preparado por mi papá (lo cual tiene el mismo efecto que la primera acción. Hospitalización segura). Y entonces descubrí algo hermoso: ¡llovía! No se porqué pero me encantan los días lluviosos. Una mirada a la ventana bastó para que mi mamá se diera cuenta del ardiente deseo que me consumía. Quería salir a mojarme. Fue hermoso, indescriptible. No saciada del todo decidí tostar algo de pan (el desayuno de mi papá era un riesgo más grande, probablemente) y comerlo debajo de la lluvia. Cuando mi mamá vio como había quedado mi ropa fui merecedora de una mirada de reproche y dicho sea de paso, de un jalón de cabello muy amoroso (ja, qué mentira). Pero, saltar de un charco a otro, comiendo pan y quedar empapada lo vale. Pan húmedo. Qué poético. Qué sábado.

1 comentario:

Celestina Tercioipelo dijo...

Voy a contarte algo. Yo tenía como 19 años. Estaba escuchando el radio en la sala de mi entonces casa. Joaquín Sabina y Fito Páez estrenaban "Llueve sobre mojado" y la tarde comenzó a llover. Entonces salí al jardín y brinqué la rola hasta que terminó, y luego seguí mojándome.

Mi mamá gritaba desde la ventana un "¡te vas a enfermaaaar!" que rompía con la poesía del momento. Entonces yo le contesté también a gritos: "¡soy una druida, y a las druidas la lluvia nos hace lo que el viento a Juárez!". Después me di cuenta de que mi comentario era doblemente antipoético, y cuando empecé a sentir frío me metí a la casa, justo al mismo tiempo que mi mamá se arrepintió de su censura y sacó la cámara con la más maternal intención de tomarme fotos.

Ahora tengo 29, y sigo mojándome en la lluvia.